Recuerdo que la primera vez que te vi caían hojas por todas partes. Hojas arrancadas por el otoño, hojas
soldado, hojas caídas en batalla. Hojas que no le importaban a
nadie. A mí me importabas tú. Y te juro que desde aquel día de
otoño en el que los arboles lloraban sus penas, en el que las gentes
de esta ciudad muerta paseaban bajo el influjo de la gravedad, desde
este maldito día de otoño, día gris y triste, día soleado, no ha
habido un día (ni una noche) en la que no te haya visto. Tú,
protagonista incansable de mis más bonitos y terribles sueños,
culpable de mis mejores y de mis peores noches, siempre contigo y
siempre sin ti, siempre despierto y siempre a la espera. A la espera
de algo que no llega.
Y así me paso los inviernos. Y los
veranos. Y quizás todas las estaciones. Soñando con un verano que
no llega, con un invierno de abrazos y una primavera de paseos entre
flores. Y todo lo que tengo son inviernos demasiado fríos y
primaveras con alergia al polen.
A las estrellas debería darles
vergüenza no apagarse y dejarte brillar. Iluminas mi galaxia entera.
Y mi otoño, y mi primavera. Principio y fin de todos los males del
mundo.
Me ha producido cierta nostalgia, no sé si lo has escrito para producir aquello :/
ResponderEliminarUhm, me gusta, en especial el modo de ver la caida de las hojas. Para mí siempre ha sido lágrimas, lluvia, caidas. Me encanta el otoño.
Besos
Lo escribí con nostalgia, y supongo que también la produce cuando lo lees...
ResponderEliminarA mí también me encanta el otoño...muchas gracias :).
Besos.