rosa carmesí.



Siempre la encontraba paseando junto al lago, hechizada por el reflejo de la luna. Caminando con ese aire altivo, con sus curvas de mujer gitana recortandose contra el cielo nocturno, serenas, dispuestas a enfrentarse al mundo.
Y, de repente, se ponia a danzar. Y el mundo danzaba con ella, y la luna y las estrellas parecian quedarse sin aliento al ver a aquella rosa de petalos carmesí y fuego en la mirada. A aquella diosa danzante, que hacia palidecer a la mismísima luna bajo sus tacones, bajo sus pasos decididos y sus meneos de cadera que removian el aire,bajo sus manos nacidas de la misma tierra, bajo toda su esencia de mujer libre y desatada.

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